Ante todo Tool (¿un grupo que alarga hasta lo indecible el
intervalo entre sus trabajos?) no son una banda normal, si es que esa palabra
tiene algún significado hoy en día. Ya pude percibir algo semejante en mi
primer contacto con su filosofía y su música, cuando pinché por primera vez su
CD Ænima y sonó a través de los altavoces aquel críptico golpeteorítmico de
alienígena sonido que sirve de introducción a la fantástica “Stinkfist” que
abre el disco. El final es el principio, reza una de las máximas más repetidas
de la filosofía New Age, y de alguna forma así sucedió para mí el pasado domingo
porque justamente fue “Stinkfist” la canción elegida para cerrar el concierto.
Nada parece casual en esta banda, o tal vez esa sea la intención, la de
confundirnos y hacernos buscar significados ocultos allí donde no los hay. Pero
de eso se trata, ¿no?, lo excitante es la búsqueda y el acceso al conocimiento
que esta nos pueda proporcionar. Como decía Bill Hicks, “La vida es una vuelta
en un parque de atracciones”, disfrutemos del viaje.
Pero volvamos al domingo 30 de junio del 2019, el público
expectante ante el escenario principaldel Download dejado de escuchar el
barullo de fondo del concierto que acaba de tener lugar en el escenario dos y
concentra su mirada en la oscuridad desde la que han de irrumpir los
integrantes de la banda. Comienza a sonar el loop del latido de corazón que
abre “Thirdeye” y la estrella de siete puntas (tal vez siete porque sí, o tal
vez por el Netsaj del árbol de la vida) que corona el escenario comienza a
moverse hasta situarse frontalmente mientras la banda sale a escena y ocupa sus
puestos. Pero no es más que una ilusión porque los latidos se detienen e
inmediatamente se escuchan los jadeos de Maynard y la guitarra de Adam Jones
ataca el riff inicial de “Ænema” (juego de palabras entre el ánima jungiano y
enema). Y el éxtasis se desata.
Como suele ser habitual en ellos, Maynard no ocupa el frente
del escenario, sino que, ataviado cual personaje salido de una fantasía
cyberpunk, se sitúa en una plataforma a la izquierda de la batería de Danny
Carey, mientras que Adam Jones y Justin Chancellor ocupan los lados izquierdo y
derecho respectivamentedel escenario. El sonido desde el primer instante es
apabullante. El grupo se muestra compacto, contundente y sin fisuras, como una
herramienta de precisión soviética, y las canciones suenan deliciosamente. Tras
“Ænema” suenan “ThePot” de “10.000 days” y “Parabola” (sin la intro “Parabol”)
de su disco “Lateralus”. Disparan las tres canciones sin apenas un respiro y el
público se mueve como una encendida marea al ritmo marcado por ellas.
El ritmo y los tiempos siempre han sido un elemento
característico del sonido de la banda y una de las razones de que en su
complejidad estilística se les haya decidido asignar la etiqueta “rock
progresivo”. Habituados a jugar con el tiempo en sus composiciones, a confundir
el oído buscando la asimetría acompasada en la conjugación de diferentes ritmos, la coordinación necesaria para llevar a cabo estos
experimentos en directo hace que resulte difícil no perderse en el caos sónico
originado. La improvisación de la banda se subordina entonces a la construcción
de estas cacofonías rítmicas monumentales. Así lo demostraron en su siguiente
canción, “Descending”, inédita y que supuestamente formará parte de su nuevo
disco, en la excelente “Schism”,que sonó a continuación, pero sobre todo en
“Invincible”, la segunda canción que presentaron el domingo noche. Otra muestra
de que Tool son una rara avis en esto de la industria musical, ya que pocos
grupos tendrían el atrevimiento de presentar a su público canciones inéditas de
más de trece minutos de duración.
Tras esta especie de paréntesis conceptual, al que de forma
tan adecuada contribuyen las proyecciones y juegos de luces que dan vida a ese
ecosistema entre postapocalíptico y
psicodélico tan apropiado a la música de la banda, Tool retornaron al rock más
físico con la canción “Intolerance” de su primer larga duración “Undertow”. Un
camino que no dejarán hasta el final del concierto, sucediéndose así excelentes
temas como “Jambi”, “46 & 2” o “Vicarius”, para el inmenso placer de sus
fans. Tengo que decir que me sigue sorprendiendo la capacidad vocal de Maynard.
No hay duda de que es, hoy por hoy, una de las voces más versátiles del rock y
que hay poca gente capaz de atacar las notas con esa seguridad. Es seguramente
una paradoja que el frontman de una banda se sitúe detrás del resto de sus
compañeros, y es cierto que no es el más simpático de los cantantes, pero ese
es su rol, y creo que esa actitud evasivaunida a sus extravagantes
indumentarias y al espíritu sarcástico de muchas de sus letras, dotan a la
banda de una personalidad única. Sin eso Tool serían excesivos. Ese especial
sentido del humor es como la cuchilla que retira la pátina de ampulosidad a su
discurso musical.
Y tras esto una escueta despedida, un “buenas noches” que
junto al “España” del inicio del show fueron las únicas palabras que Maynard
dirigió a la audiencia, y a continuación suena (¿de nuevo?) la introducción
rítmica de “Stinkfist” y Tool se despide de nosotros. Nos dejan llenos, satisfechos,
colmados de buena música y de grandes sensaciones. Han sido noventa minutos
intensos que estaríamos encantados de repetir. Y espero que sea pronto, que en
breve podamos escuchar sus nuevas canciones y después vuelvan de gira. Estoy
seguro de que odiaría perdérmelo.
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