miércoles, 3 de julio de 2019

Crónica: Tool (Download Festival Madrid), 30 de junio del 2019



Es domingo en Madrid, probablemente uno de los días más calurosos del año, y durante toda la tarde, a pleno sol, se han ido congregando miles de personas para disfrutar de los diversos espectáculos que tienen lugar con motivo de la tercera edición del festival Download Madrid, versión madrileña de este festival que se celebra también en otras ciudades europeas, pero que ante todo están en esta Caja Mágica para poder asistir al retorno de Tool a la ciudad. Para mí es una forma de quitarme una espinita que se me quedó clavada desde su última visita en aquél horripilante (por el sonido) concierto de La Cubierta de Leganés de hace ya más de diez años. Entonces presentaban su fabuloso “10.000 days”, último disco aún hasta la fecha, y en esta ocasión se presentan sin disco editado, aunque se rumorea (sí, todo con esta banda son rumores últimamente) que el esperado nuevo disco ya está en proceso de post producción y verá la luz probablemente este mismo verano. Tal vez esta gira es una forma de hacer rodar la maquinaria para dejar la “herramienta” a punto para una nueva gira tras la edición del disco, o tal vez no es más que una forma más de crear una (aún) mayor expectación ante su lanzamiento. Sea como sea, es una oportunidad única para encontrarnos con esta anomalía en la industria musical del nuevo milenio, porque Tool son… ¿Cómo explicarlo?





Ante todo Tool (¿un grupo que alarga hasta lo indecible el intervalo entre sus trabajos?) no son una banda normal, si es que esa palabra tiene algún significado hoy en día. Ya pude percibir algo semejante en mi primer contacto con su filosofía y su música, cuando pinché por primera vez su CD Ænima y sonó a través de los altavoces aquel críptico golpeteorítmico de alienígena sonido que sirve de introducción a la fantástica “Stinkfist” que abre el disco. El final es el principio, reza una de las máximas más repetidas de la filosofía New Age, y de alguna forma así sucedió para mí el pasado domingo porque justamente fue “Stinkfist” la canción elegida para cerrar el concierto. Nada parece casual en esta banda, o tal vez esa sea la intención, la de confundirnos y hacernos buscar significados ocultos allí donde no los hay. Pero de eso se trata, ¿no?, lo excitante es la búsqueda y el acceso al conocimiento que esta nos pueda proporcionar. Como decía Bill Hicks, “La vida es una vuelta en un parque de atracciones”, disfrutemos del viaje.



Pero volvamos al domingo 30 de junio del 2019, el público expectante ante el escenario principaldel Download dejado de escuchar el barullo de fondo del concierto que acaba de tener lugar en el escenario dos y concentra su mirada en la oscuridad desde la que han de irrumpir los integrantes de la banda. Comienza a sonar el loop del latido de corazón que abre “Thirdeye” y la estrella de siete puntas (tal vez siete porque sí, o tal vez por el Netsaj del árbol de la vida) que corona el escenario comienza a moverse hasta situarse frontalmente mientras la banda sale a escena y ocupa sus puestos. Pero no es más que una ilusión porque los latidos se detienen e inmediatamente se escuchan los jadeos de Maynard y la guitarra de Adam Jones ataca el riff inicial de “Ænema” (juego de palabras entre el ánima jungiano y enema). Y el éxtasis se desata.

Como suele ser habitual en ellos, Maynard no ocupa el frente del escenario, sino que, ataviado cual personaje salido de una fantasía cyberpunk, se sitúa en una plataforma a la izquierda de la batería de Danny Carey, mientras que Adam Jones y Justin Chancellor ocupan los lados izquierdo y derecho respectivamentedel escenario. El sonido desde el primer instante es apabullante. El grupo se muestra compacto, contundente y sin fisuras, como una herramienta de precisión soviética, y las canciones suenan deliciosamente. Tras “Ænema” suenan “ThePot” de “10.000 days” y “Parabola” (sin la intro “Parabol”) de su disco “Lateralus”. Disparan las tres canciones sin apenas un respiro y el público se mueve como una encendida marea al ritmo marcado por ellas. 



El ritmo y los tiempos siempre han sido un elemento característico del sonido de la banda y una de las razones de que en su complejidad estilística se les haya decidido asignar la etiqueta “rock progresivo”. Habituados a jugar con el tiempo en sus composiciones, a confundir el oído buscando la asimetría acompasada en la conjugación de diferentes ritmos, la coordinación necesaria para llevar a cabo estos experimentos en directo hace que resulte difícil no perderse en el caos sónico originado. La improvisación de la banda se subordina entonces a la construcción de estas cacofonías rítmicas monumentales. Así lo demostraron en su siguiente canción, “Descending”, inédita y que supuestamente formará parte de su nuevo disco, en la excelente “Schism”,que sonó a continuación, pero sobre todo en “Invincible”, la segunda canción que presentaron el domingo noche. Otra muestra de que Tool son una rara avis en esto de la industria musical, ya que pocos grupos tendrían el atrevimiento de presentar a su público canciones inéditas de más de trece minutos de duración.

Tras esta especie de paréntesis conceptual, al que de forma tan adecuada contribuyen las proyecciones y juegos de luces que dan vida a ese ecosistema entre postapocalíptico  y psicodélico tan apropiado a la música de la banda, Tool retornaron al rock más físico con la canción “Intolerance” de su primer larga duración “Undertow”. Un camino que no dejarán hasta el final del concierto, sucediéndose así excelentes temas como “Jambi”, “46 & 2” o “Vicarius”, para el inmenso placer de sus fans. Tengo que decir que me sigue sorprendiendo la capacidad vocal de Maynard. No hay duda de que es, hoy por hoy, una de las voces más versátiles del rock y que hay poca gente capaz de atacar las notas con esa seguridad. Es seguramente una paradoja que el frontman de una banda se sitúe detrás del resto de sus compañeros, y es cierto que no es el más simpático de los cantantes, pero ese es su rol, y creo que esa actitud evasivaunida a sus extravagantes indumentarias y al espíritu sarcástico de muchas de sus letras, dotan a la banda de una personalidad única. Sin eso Tool serían excesivos. Ese especial sentido del humor es como la cuchilla que retira la pátina de ampulosidad a su discurso musical.



Y tras esto una escueta despedida, un “buenas noches” que junto al “España” del inicio del show fueron las únicas palabras que Maynard dirigió a la audiencia, y a continuación suena (¿de nuevo?) la introducción rítmica de “Stinkfist” y Tool se despide de nosotros. Nos dejan llenos, satisfechos, colmados de buena música y de grandes sensaciones. Han sido noventa minutos intensos que estaríamos encantados de repetir. Y espero que sea pronto, que en breve podamos escuchar sus nuevas canciones y después vuelvan de gira. Estoy seguro de que odiaría perdérmelo.

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