Se
agradece la reciente tendencia a anunciar unos horarios más coherentes para los
conciertos en esta ciudad, adecuándolos al resto de espectáculos y teniendo en
cuenta la necesidad de descansar del público que se mueve a este tipo de
eventos. Un lunes no es la noche ideal para festejar. Así pues, a las 20:30
anunciaba el cartel y media hora antes comenzaba la afluencia de público hacia
las puertas del Circo Price de Madrid. Un Circo Price engalanado para el
concierto de Eels, alter ego de Mark Oliver Everet.
Lo
primero que nos llama la atención es la ausencia de los habituales instrumentos
eléctricos entre los pertrechos situados sobre el escenario. Un par de
amplificadores Mesa Boogie Lone Star son el único referente al rock eléctrico.
Por lo demás, guitarras archtop y contrabajos más propios de los combos de
swing de los años 40, un piano de pared
y un set de batería que más parecía el de un percusionista de orquesta.
Tras
el preludio del dúo telonero (olvidable sería lo más generoso que podríamos
decir de estas dos agradables señoritas) y una vez situado el público en sus
asientos, comienza el concierto, que desde esa inicial versión del “When you
wish upon a star” de Leigh Harline, nos sumergiría en el ambiente íntimo y
plagado de detalles que fue la tónica de la siguiente hora y media. Un
concierto en el que Mark trató de ejercer de
simpático crooner, alternando sus dotes entre el piano y la guitarra, y
bromeando con público y banda entre canción y canción.
De esta forma sonaron canciones como
“Fresh feeling”, “Mistakes of my Youth” o “My Beloved Monster”. Piezas reinterpretadas y
adaptadas al preciosismo de unos instrumentos básicamente acústicos. Canciones
que sonaban abiertas, dejando huecos que marcasen la diferencia y abriéndose a
sonidos que quedan fuera del abanico habitual de la música popular. Sorprendía
el uso de las campanas tubulares o los redobles de timbales de orquesta, así
como la trompeta y el órgano de boca (o melódica). Eels abrían sus temas a
nuevas posibilidades, dejando la sensación de que nos encontrábamos más en un
concierto de música de cámara o de Jazz que en el clásico concierto de rock.
Parece que Eels se acercase por momentos a otros referentes de la música del
cambio de siglo como Nick Cave o Tom Waits.
Pero
los instrumentos acústicos tienen algún inconveniente en su sonorización y a
veces la fatalidad hace presencia en forma de problemas técnicos. En los
últimos compases previos a los bises un problema con el micrófono del
contrabajo provocó un parón que obligó a la banda a improvisar mientras los
roadies se movían de un lado al otro del escenario tratando de salvar la
situación. Mark aprovechó para bromear con el público y hacer alarde de sus
“peculiares” dotes para la comedia, acabando en el foso, repartiendo abrazos
entre el público y reprochando la pasividad del respetable ante semejante forma
de terminar un concierto.
Así
pues, con un “creo que deberíamos tocar algunas canciones más”, comenzaron los
bises. “I like the way this is going”, “3 Speed” y “Last stop” sonaron una tras
otra y la banda se despedía para aparecer nuevamente y culminar el concierto
con una nueva tanda de bises, en la que sorprendió el “Can’t help falling in
love” que popularizara Elvis.
Una
estupenda velada en la que pudimos disfrutar de esta nueva versión de Eels, así
como en otras ocasiones hemos disfrutado de otras facetas. Reinterpretarse y
hacer de cada gira algo diferente, lo que significa no permanecer estático y
brindar a su público un motivo más que suficiente para acercarse a verlo cada
vez que aparece por nuestra ciudad. Hay muy pocas bandas capaces de ello. La
reiteración acaba convirtiendo lo sublime en tedioso.
Texto: Miguel Á. Garzás
Imagen: www.binaural.es
Conciertazo de Eels, muy íntimo como pedía el último disco.
ResponderEliminarSi queréis revivir el show pasaros por mi blog (http://goo.gl/BxNCG2).
Saludos!!