Agradecidos y emocionados, como cantantes de Revista, llegamos al fin de nuestra trayectoria blogera con una última crónica que se preveía destinada a cerrar 10 años de esta aventura pseudo-periodística que a bien tuvimos llamar Vinylola.
Lo que iba a ser una combinación de hatos y vestimentas relacionadas con la música y los conciertos acabó siendo (en gran medida) una web sobre directos y alguna que otra reflexión u exabrupto (creemos) bien justificado; una defensa de lo mejor y lo menos reivindicado a nuestro parecer.
Para esta, nuestra última reseña, hemos elegido al incorruptible Enric Montefusco y su espectáculo “Viaje al centro de un idiota”, aunque más bien, él nos ha elegido a nosotros, pues de los tres shows en directo que teníamos pensados reseñar (el gran Javier Colina, nuestro Quique González y el mismo Montefusco), solo a Enric pudimos tomarle el pulso debido a las suspensiones en el fantástico Inverfest programado para el presente año.
Siendo honestos, el artista catalán ha sido al que más ganas le teníamos por dos razones bien sencillas: Fue una de nuestras primeras referencias en directo hace ya una década y como ya sabréis, es uno de nuestros artistas fetiche.
Aún gozando de una trayectoria larga y variada, hemos notado (más que) extraño que no sea especialmente atendido por una mayor cantidad de medios. Su espectáculo (por llamarle así, habiéndonos ya nimetizado con el rol de una cantante de Revista) es vapuleado por medios afines al antiguo Régimen al son de “inconsistente” y “plano”, pero los forofos de Standstill y sucedaneos tampoco extraen el jugo a una propuesta que ni de lejos tiene gran parangón en el exterior. ¿Multidisciplinariedad y teatralidad sustantivan o hacen justicia a su performance? Creemos que no.
Nos encanta rememorar a fuego lento cada una de las escenas representadas en el Conde Duque, pues ni son sketches aún en garras del Big Data, ni canciones que puedas haber escuchado con anterioridad. Un concepto al que quizá solo se acercaban músicos o escenógrafos relacionados con épocas pretéritas en las que aún existía la sorpresa y la excitación ante dejarse embriagar por el arte. Y eso ya es mucho (sin entrar en los riesgos económicos que conlleva pasear algo por estos lares).
Si bien es cierto que su intensidad pide que el flujo de la interpretación frene siempre queda el reto a nuestra capacidad de retentiva. ¿Con qué me quedo? Debe ser algo bueno, muy bueno. Ese, “No hay ningún misterio, solo nos alejamos” nos dio la respuesta a lo que debiera estar bien triturado, lo que la rapidez nos viene demandando cada vez con más insistencia. No llega a ser Marina Abramovic, no, pero es poesía con mayúsculas, son gritos internos que por fin subliman sobre el escenario y sobre todo, un striptease emocional, una expiación de lo que todos vivimos, especialmente habiéndo experimentado la empatía y el abandono del yo en estado puro. Unos pueden llamarle paternidad, otros desesperación o tristeza ante un mundo que abraza la ignominia.
También hay respiro. Bailes con la culpa o improvisaciones tronchantes desde las alturas restan intensidad y equilibran y rebajan la obra. Quien se empeñe en repetir cual mantra “solo para fieles seguidores” olvida que Montefusco tiene un lenguaje fácilmente reconocible, cuyo plagio en boca de algunos es tan claro como sonrojante, da de lado a un pionero en la expresión de la cotidianidad sin rodeos, sin caer (cosa harto dificil) en la ñoñería.
Para culminar la actuación, cuatro paseos tan imperfectos como los que cualquiera podamos dar un lunes por la tarde nos regalaron cuatro canciones de las que no nos interesaron títulos, principios ni finales, sino únicamente lo que Enric sigue revindicando desde hace tantos años, desde aquel fantástico foreword de “The Ironic Spell”, que “lo pequeño nos hace grandes”.
Gracias a todos por leernos durante estos años y esperamos volver a seguir haciendo (de vez en cuando) una de las cosas que más nos gusta: escribir sobre música.
Amor, Empatía y muchas revistas.
Texto: Vinylola
Imágenes: Instagram