sábado, 1 de febrero de 2020

Vinylola: Nuestros 10 mejores discos de la década.



A punto de llegar a nuestro décimo aniversario y con motivo del reciente estreno de los nuevos (y seguramente más neoliberales y menos locos) años veinte, Vinylolate condensa en 10 discos (5 nacionales y 5 del panorama internacional) los que han sido nuestros favoritos. Por razones sentimentales o simplemente atendiendo a criterios estrictamente musicales, nuestra selección ratifica, tras esa selección despiadada y natural que solo el tiempo dicta, algunas deesas grabaciones que hemos podido disfrutar en directo o reseñar con motivo de sus respectivos estrenos, todas ellas ordenadas cronológicamente. Que lo disfrutéis.

DISCOS INTERNACIONALES

Megafaun (disco homónimo, Hometapes 2011)
Bien por ser nuestra reseña de directo fundacional allá en 2012 o por su exultante calidad, bien merece ser el primer disco a rescatar dentro de la década de los 10´s. Phil y Brad Cook junto con el percusionista Joe Westerlund (buenos amiguetes Justin Vernon) se marcaron las sesiones de los últimos diez años; recogiendo exquisitos legados e impulsándolos al siglo XXI en forma de canciones mágicas y atemporales. Magistral.



Ryan Adams (Ashes&Fire, Capitol/PaxAm, 2011)
El treceavo disco de ese loco maravilloso que representa el señor Adams se ha convertido en nuestra pieza más querida del músico de Jacksonville. Hacía tiempo que no encontrábamos una profundidad tan absoluta en ninguna de sus grabaciones como la que alberga esta pieza. Mucho tuvo que ver a los mandos un Glyn Johns que hace parecer cualquier nota más grande que la propia vida. Impagable también la colaboración de Norah Jones en la coda de tan excelsa grabación.



The Staves (Dead & Born & Grown, Atlantic, 2012)
Rozándose en el tiempo con los anteriormente citados Megafaun, el primer disco de las hermanas Staveley-Taylor bien disocia esa tradición asentada en la Dark Britannica de lo que la más pura y sobada americana nos ha ido vendiendo a granel. Procedentes de la Inglaterra más tradicional, también saben aunar lo mejor del pasado para, con sus increíbles voces, llevarlo un paso más allá. Solo decir que (de nuevo) Glyn Johns anduvo a los controles. Imprescindible.



Burial (Kindered, Hyperdub2012)
La quinta referencia de William Bevan desde 2005 pareció encontrar el pulso al nuevo siglo. Oscuridad, lluvia y crujidos bañan cada uno de los pulsos de lo que vino a definirse ´Dubstep´. A día de hoy este trabajo, como todo lo suyo ha superado cualquier etiqueta para dirigirte a donde vamos o nos guían sin freno. Cualquier cuadro de Hopper hecho música. Nuestra reseña allá por 2013 así lo atestigua.



David Bowie (The Next Day, Columbia/Sony 2013)
El disco que nos reencontró con el Bowie que más nos gusta. Ese que hace gala de grandes músicos que visten sus temas más artesanales en años como un Balenciaga a sus modelos. La sola presencia de algún miembro de la plana mayor del Rock progresivo de los 70´s entre las filas de quienes registraron el álbum, como antaño Robert Fripp o Adrian Belew te hacen volar entre sus surcos (eschúchese el inconfundible trabajo de Tony Levina los graves). Su obra más completa y disfrutable para un público ya masivo que a día de hoy empieza a ser consciente de lo que este gigante de la creación ideó y catalizó.



DISCOS NACIONALES

Standstill (Adelante Bonaparte, Buena Suerte 2010)
Tras “Vivalaguerra” cabía esperarse una continuación a su altura, y así fue. Uno de los grupos más personales de los últimos veinte años en territorio nacional mantuvo la cúspide de su inconfundible personalidad intacta. Aún más lejos de esos At The Drive-In y mucho más cercanos (si cabe) a la cotidianidad que reina nuestras vidas; marcaron un antes y un después en la manera de enfrentarse a una canción (en este caso a una historia vital), reflejando mejor que nadie lo que todos vivimos o viviremos sin remisión. Un nuevo ladrillo en la construcción de un brillante modo de hacer las cosas por estos lares que creó escuela.



Javier Colina & Silvia Pérez Cruz (En la imaginación,Contrabaix, 2011)
El dicho “Dios los cría y ellos se juntan” podría definir meridianamente este delicioso artefacto que navega entre el Jazz y la Habanera. Dos monstruos que han sabido mantenerse fieles a sí mismos y que como diría Sabina “benditos por haber podido y no haber querido”. Otros sucedáneos han cogido tanto (y sobre todo) el guante de Silvia como el de Javier para adentrarse en el terreno más pecuniario y provinciano, pero ninguno y ninguna con tanta clase como para querer sumergirse en sus discografías al completo y olvidarse de beats por segundo y pantomimas empapadas de mercadotecnia.



Ross (Durante el fin del mundo, Clifford Records, 2012)
Primera referencia en Español (sin despeinarse y con nota) de uno de los iconos del (simplificando demasiado) Power-pop (aún) más tristemente desconocidos del Estado. Han sido muchas las entrevistas, referencias y alusiones que hemos ido dibujando en Vinylola acerca de Juan Antonio Fructuoso estando a día de hoy estas joyas en forma de canción aún en nuestro podio vital…, y por muchos años. Su trabajo más autobiográfico a la vez que accesible para cualquiera que no pise demasiado lejos del indie imperante en cada momento. 



Espanto (Fruta y verdura, Austrohúngaro, 2016)
Cuatro años después de este “Fruta y verdura” no ha habido ningún largo surgido del ideario del dúo riojano. No es de extrañar, pues este maravilloso plástico atinó en el punto justo entre electrónica, melodía y mala leche, criticando todo lo ocurrido tanto en el ya bien pasado nuevo siglo como en lo que estaba por venir, poniendo los puntos sobre las íes más si cabe que en sus anteriores trabajos. Un clímax post-milenarista que se hace patente en unas“Espíritu del bosque” o “Morirás”que bien sirven como punto de inflexión a no querer volver a perderte nada de lo que sale de las cabezas de Teresa y Luis.


Quique González (Me mata si me necesitas, Cultura Rock 2016)
Siendo el artista que posiblemente más veces hayamos podido disfrutar en directo por un motivo u otro, no esperábamos que nos sorprendiera tanto como con su ya penúltimo álbum. Canciones cortas, pegadizas, directas y en muchos casos altamente personales y auto-biográficas. Ricky Falkner le quitó todo elemento demasiado anclado en las raíces americanaspara cocinarlo en el lugar en el que habita el pop y la honestidad más apetecible. Sonido deudor de algunos de los discos españoles que más nos habían gustado, no ha habido una sola vez que no hayamos reproducido varias veces su minutaje. Gran señal.



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