Debatiendo
acerca de si las guitarras pasarán de moda o no (si no lo están ya
definitivamente para algun@s iluminad@s) o de nuestra sensación de mayor o menor
pertenencia al siglo XXI (que podrían inspirar los últimos Sidonie), llegamos a la presentación de “Fuego”(2019), el nuevo trabajo de ese bien patrio que son Los
Deltonos, y en especial su alma mater:
Un HendrikRöver que ya no
conformándose con encontrarse entre las plumas más afiladas del Rock en castellano también sigue
demostrando magisterio y madurez en el terreno
compostivo. Una rara avis en estos
tiempos en los que como las guitarras, todo anda lejos de la sutileza e
inteligencia ante el papel y la artesanía al servicio de la canción, sea del
tipo que sea.
Así,
una Sala Caracol llena esperaba entre
cervezas al cuarteto cántabro que despachó ente llamadas a sus inicios y
reivindicando su fantástico “GT”, con números como “Gasolina”, “¿Qué podríamos hacer?” o “Elvis” en un santiamén.
Tras la
puesta en marcha de los motores tocaba afrontar lo que viene a ser el grueso de
su nuevo álbum. “Águila”, “Cazador” y “Correcto” muy fieles a la grabación, nos
encantaron tanto o más que sus irónicas, incisivas, cuidadas y socarronas
estrofas, estribillos y puentes. Algo se echó en falta que su SG en afinación abierta hubiese gozado
desde ese mismo momento de más chicha. Cosas del directo y nada que no se remediara
minutos más tarde.
Con todo y con eso, el cuarteto afrontó una nueva sección; en este caso la dupla “Colisión” e “Incendio” recordando sendos discos de 2017 y 2018 respectivamente. Largos desarrollos a lo Greateful Dead recorrieron sus mástiles durante veinte minutos que se hicieron cortos, para terminar atacando con la homónima “Fuego” y “Vergüenza”, esta última con momento-justicia-poética, pues delante de nosotros disfrutaba del concierto uno de los componentes de Taburete, no dándose por aludido por ninguna de esas referencias no tan explícitas como las que últimamente nos brindan nuevos y muy a menudo efervescentes mutaciones musicales y que este tipo de personajes de jersey al hombro únicamente son capaces de descifrar. Fantástico momento.
Con todo y con eso, el cuarteto afrontó una nueva sección; en este caso la dupla “Colisión” e “Incendio” recordando sendos discos de 2017 y 2018 respectivamente. Largos desarrollos a lo Greateful Dead recorrieron sus mástiles durante veinte minutos que se hicieron cortos, para terminar atacando con la homónima “Fuego” y “Vergüenza”, esta última con momento-justicia-poética, pues delante de nosotros disfrutaba del concierto uno de los componentes de Taburete, no dándose por aludido por ninguna de esas referencias no tan explícitas como las que últimamente nos brindan nuevos y muy a menudo efervescentes mutaciones musicales y que este tipo de personajes de jersey al hombro únicamente son capaces de descifrar. Fantástico momento.
Más
delante, mucho pescado que vender. “Rutina”,
la ya clásica “Salud” o nuevas
miradas a sus raíces como fueron “Listo”
o “Mirar atrás” completaron la
primera parte de un set bien sólido, aunque aprovechando la adjetivación, algo de ese brillante largo de 2003 más de uno lo echamos en falta.
Vuelta
al escenario en cuestión de unos minutos y fin para saborear una nueva mezcla
de épocas deltonísticas.“Doctor”, ese himno que representa “Brindemos”, “Soy un hombre enfermo” y su atemporalcover de S.Doerr “HardLuck
Blues” perteneciente a su primer largo finiquitaron un repertorio atemporal
que no está al alcance de cualquiera.
Parafraseando
a Hendrik en el escenario: “Son treinta
años dando felicidad”. Y de qué manera.
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