jueves, 8 de marzo de 2018

Crónica: Chris Robinson Brotherhood, Sala BUT, Madrid, 5 marzo 2018.




Dado que no nos es dada otra posibilidad que la de hablar desde nuestra propia experiencia, nuestra tribuna, seré completamente subjetivo:

Siempre tuve la impresión de que los Cuervos hicieron su aparición en la escena musical en un mal momento. Siendo, como creo, una de las mejores bandas de rock que nos han dado los últimos treinta años, llegaron cuando menos posibilidades tenían, y así no les quedó más opción que crear su propio nicho dentro de la escena musical yendo a parar al club de las bandas de culto masivas, o dicho de otro modo, aquellas bandas que a pesar de contar con una legión de fieles seguidores nunca disfrutaron las mieles del éxito mundial.

Los "Crowes" en Atlantic City. Primerísima época. Pre-grunge e indie en pañales.


Recordemos aquellos primeros años de la década de los 90. El fenómeno sleazy angelino y el rock de estadios, en ese momento en la cresta de la ola, sucumbían ante el resurgimiento de los principios punk del “do it yourself” encarnados en el movimiento grunge. Desde Seattle (y desde muchos otros lugares del planeta contagiados por este espíritu) llegan voces discrepantes con los modos de la industria musical que pretenden echar abajo ese olimpo de los dioses al que sólo unos pocos privilegiados tenían acceso. Son tiempos de cambio y los sellos independientes comienzan a comer terreno a la gran industria que no tiene otra opción que reciclarse y comenzar a invertir su dinero en otros bolsillos… y en este punto, una banda con vocación de superventas como los Black Crowes no tiene más remedio que sobrevivir. Resistir a base de trabajo duro y buena música - a esto, por supuesto, habría que añadir esa incapacidad congénita de los hermanos Robinson para mantener la boca cerrada.

Jovenes hermanos Robinson. Relajados tras trifulca sobre para quién es el último postre.


Pero lo que podría haber sido una maldición se convierte en su mayor virtud porque casi desde su nacimiento, los cuervos se encuentran las puertas al éxito cerradas y se ven forzados a buscar otros caminos, menos comunes y menos transitados, pero llenos de posibilidades. Evolucionan hacía el rock de raíces y poco a poco van profundizando y creando un universo propio. Y aunque la esencia sigue estando presente nada tienen que ver canciones como “Jealous again” con otras como “Fork in the river”.

Así pues, no es de extrañar que en uno de esos requiebros del camino, durante una de las muchas rupturas del tándem formado junto a su hermano Rich, Chris se pusiese a experimentar junto a Neal Casal, con lo que Gram Parsons llamará Cosmic American Music dando lugar a una de las bandas más únicas e interesantes de los últimos tiempos. Una banda enfocada a la creación de atmósferas y la experimentación, dedicada a la música por y para la música, que compagina la originalidad con la experiencia y que es capaz de darnos momentos tan especiales como el del pasado lunes en Madrid.

Aviso a navegantes: atención, no se trata de un majar que conforme a todos los públicos. Esta gente son fans de los Allman Brothers y Grateful Dead, así que prepárate para largas improvisaciones y solos enormes.

Nos metemos en harina: La Cozmik American Music y el MetaBús de gira:

Ya desde tempranito en esa tarde a ratos lluviosa y a ratos soleada se podía ver a los componentes de la banda transitando por las cercanías de la sala, dando una vuelta por las calles de una cada vez más maltratada Malasaña o en los alrededores de uno de los autobuses de gira más impresionantes que recuerdo. Dos plantas de un (imagino que) lujoso espacio teñido de azul y sombra… (y tal vez decorado con alfombras y aromatizado con incienso). En esta ocasión la bestia del este no impidió la presencia de ninguno de los componentes de la banda como si sucedió en la primera fecha de esta gira europea y Chris y su hermandad dispusieron de todo su arsenal para esta fecha especial en la sala But.

En la entrada de la sala But, el Metabús.


La banda se subió al escenario a las nueve en punto, ofreciendo un espectáculo dividido en dos funciones, con un breve intermedio entre ambas. En total fueron casi 3 horas de música, canciones que se transformaban y enlazaban entre si creando diversas texturas y dejando que sucediesen muchas cosas en diferentes niveles (confirmo que la única sustancia alterante de los sentidos que había ingerido era cerveza), moviéndose y alternando estados entre el country rock de taberna y el rock progresivo más alucinado.

Chris & Neal. Fans de la música y los ******


El concierto comenzó suavemente, con “Seven Nights to rock” sonando casi como si fuera una toma de contacto con la audiencia, un pequeño aperitivo de lo que vendría después, una presentación antes de alzar el vuelo con las siguientes canciones; “Rosalee”, un himno muy reconocible en su repertorio,  “High is not the Top”, de su último álbum, o “Reflections in a Broken Mirror”, una balada de su primer disco que los teclados de Adam y la guitarra de Neal se encargaban de elevar a espacios limítrofes con la psicodelia, mientras que con “Meanwhile in the Gods..”, que finalizaban y encajaban en el inicio de “Tulsa Yesterday” que tocaron a continuación,  ejemplificaron perfectamente aquello que la banda entiende por experimentación. Los juegos musicales entre guitarra y teclados servían como un ejercicio de prestidigitación para que el oyente no se percatase de lo que está pasando en el fondo, la base rítmica de la banda, capaz de desmoronar la estructura de la canción en el momento exacto para que al retirarse la marea fuese otro el paisaje que nuestros oídos captaban. Sin embargo eso no sucede todo el tiempo, pues la banda debe dejar espacio para que las canciones existan por sí mismas, que respiren durante el tiempo necesario antes de incitarlas a evolucionar. “California Hym” y “Lazy Days” sirvieron para volver a tomar tierra y cerrar la primera parte del concierto.

Imagen cuasi-cenital. Sala But, pasado lunes.


Y si terminaban esa primera parte con una canción de Flying Burrito Brothers, ¿qué mejor que comenzar la segunda parte con otra de los Stones para certificar esa mística conexión entre ambas bandas? Sonaba así “Loving Cup” del disco “Exile on Main Street”, un disco marcado por la influencia de Gram Parsons, alma mater de los Flying, en las composiciones. Entre ésta y “Narcissus Soaking Wet”, con la que finalizaron el set, se sucedieron “Venus in Chrome”, "The Chauffeurs Daughter”, “Hark the Herald” o “Behoold the Seer”, estas dos últimas también pertenecientes a su último disco, durante las cuales la banda demostró su buen hacer a la hora de interpretar rock cualquiera que sea su encarnación. Desde el de raíces sureñas hasta el que gusta de flirtear con la música funk & disco. No obstante la banda se encarga de poner patas arriba su repertorio entre concierto y concierto no repitiendo prácticamente casi ninguna de las canciones en las distintas ciudades que visitan. Una apuesta arriesgada que prueba una vez más que nos encontramos ante una banda atípica que parecería parida entre aquellos míticos conciertos del “Fillmore” de finales de los sesenta.

Neal Casal. Justo heredero del Sr. García, como poco.


La banda volvería una vez más al escenario de la sala But para interpretar “Mr. Charlie” de “Grateful Dead”, cuyo icónico Jerry García lucía Neal Casal en su camiseta, antes de despedirse definitivamente de su audiencia. Especial mención merece el trabajo de Tony Leone y Jeff Hill, a la batería y bajo respectivamente, encargados de sostener esa estructura musical sobre la que el resto de músicos puede moverse con la suficiente naturalidad y confianza para lanzar sus fuegos de artificio en forma de solos e improvisaciones. Tan solo pondría un pero, el sonido del concierto en el que eché en falta constantemente un poco más de volumen para la voz de Chris y esa base rítmica de Tony y Jeff.

Long distance shot. La "brumosa" hermandad y su Big "F?". Sala But 5.3.18.


A la espera de saber si el nuevo proyecto de Chris, “As the Crow Flies”, con el que volverá a interpretar en directo los éxitos de “Black Crowes”, le va a ocupar demasiado tiempo, todo parece indicar que el particular viaje de “Chris Robinson Brotherhood” continúa. Esperemos que los vuelva a traer de visita por estas tierras.

Crónica: Miguel Á. Garzás.
Fotos: Vinylola.


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