Unas doscientas personas
acudieron a la llamada de Pablo und
destruktion para festejar su fin de
gira en la sala But. Debido a
las últimas incursiones del joven astur por tierras madrileñas, quizá se echó
en falta algo más de público, aunque -sin duda- el que había supo dar la talla,
creando junto con él los mejores momentos de la noche. Tras la actuación de Biznaga, Pablo abrió fuego antes de la
hora prevista. A las 22.22 h dio un beso y/o apretón de manos a cada uno de los
miembros de su banda… y a echar la faena.
“Los días nos tragarán”, “El
aire puro” y “La paz de los justos”
pusieron firme al personal después de la matraca de buen punk de garrafón 2.0
de Biznaga. Después cayeron, unas
muy rodadas “Extranjera”, “Pierde los dientes España” o “Limonov, desde Asturias al infierno” a
las que hicieron justicia el sonido, bueno desde el principio, acercando a
fieles y neófitos a la propuesta de Pablo, que a su personal manera iba
capeando los comentarios más
particulares del lugar. “¡Te invito a una
raya!” le soltó uno de esos fans que Pablito considera “de pupilas
dilatadas”, dedicándole -para seguir el juego de palabras del muchacho- “Por cada rayo que cae”. Recomendar el
after de un colega para después del show, analizar cada uno de sus trabajos
-considerando su último “Vigorexia
emocional” como “Mainstream”-, o narrar como actuó para una sola persona en
Festimad, tampoco fueron paridas que
sobraran, haciéndonos pasar un ratico de lo más majo.
La recta final fue encarada con “Busero español”. Sin precio esta
última, con Pablo metido entre la
audiencia, que haciendo el paseillo miraba atónita como el cantante, centrado -con
la mala ostia que le caracteriza metido en vereda- en la letra. Un par de “Matusalenes” (patrocinador del evento)
en forma de chupito, impropendios hilarantes -que bien recordaban a esa auténtica
y nueva reencarnación de Corcobado-
y anécdotas de su reciente incursión por tierras filipinas después, Pablo nos regaló alguna primicia traída de allí
como la -llamémosle- “La única ley”
para terminar con la tradicional de la cuenca minera Astur-leonesa “Santa Bárbara bendita” que como gas
grisú nos tumbó. Tras un par de minutos, en los que Pablo y sus músicos hicieron una breve entrada en backstage anunció que el grupo echaría el cierre (sin paripés) con “Tibio”. Genio y figura.
Gran concierto, y descarnada
propuesta del aguerrido asturiano, que consiguió fidelizar al cincuenta por
ciento de la sala y ganar a la otra mitad con una actitud que solo refleja una
cosa: el éxito de ser él mismo.
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